Abrió los ojos de golpe cuando una gotera de
techo le caía directamente sobre el rostro. El reloj automático, con su voz
digitalizada para varios idiomas, le indicó que eran las 2 de la mañana. La voz
metálica le hablaba en francés, aunque el acento distaba mucho del real, pero
para un aprendiz autodidacta de todas formas servía. Se levantó de la cama y
puso los pies en la alfombra que, al tacto de sus pies, se adaptó a los 19° C
sobre los cuales gustaba caminar dentro de la casa. El reloj no tardó en
recordarle que la alarma estaba programada para las 8 de la mañana y que aún
faltaban 6 horas de sueño. No hizo caso de ello y continuó su viaje hasta la
cocina.
-Hola, Nicole. ¿Qué es lo que quieres?
-Hola, Frigorito. ¿Te parece si te pido un
helado de chocolate con manjar?
-Hace frío como para comer un helado…
-No importa.
-¿Y la dieta?
-¡No te metas tú en eso! ¡Dame el helado y
punto!
-De inmediato.
El refrigerador emitió una luz de color azul
mientras procesaba la orden de Nicole. Pasaron 4 segundos cuando se abrió una
pequeña compuerta, desde la cual se alargaba una bandeja con una porción de lo
pedido. Nicole lo sacó y caminó en dirección a su pieza.
-Gracias, Frigorito. Ya sabes que eso de la
dieta siempre es una mentira.
La luz de la cocina se apagó luego de que
Nicole se alejara un paso desde la puerta. Se sentó en uno de los sillones
flotantes, con la porción de helado para comer. El brazo del sillón se abrió
para ofrecerlo una cuchara, de lo cual ella se dio el gusto de elegir la que más
le gustaba: la de color rosado. Con el plato en la mano, encendió el televisor
que parecía estar escondido en la pared. De hecho, cuando recién había llegado
a ese departamento, había pensado que el televisor era parte del papel
decorativa de la pared: incluso le había parecido tan innovador. Estiró una
mano hacia adelanta y la movía hacia los lados a la manera de estar hojeando un
libro: los canales iban avanzando como si fuesen dichas hojas. Se detuvo en un
programa de música.
-Son las 2.15 de la madrugada, Nicole. ¿Estás
segura de que no quieres ir a dormir? Mañana no querrás levantarte.
-Estoy bien, gracias.
-No digas que no te lo dije.
-Ok, tienes permiso para sacudir la cama, si
eso te deja feliz.
Nicole bajó la mirada del techo y volvió a
prestar atención al televisor. Apareció bailando uno de sus actores favoritos,
por lo cual acercó la pantalla y activó el modo “holograma” para poder verlo en
3D. La imagen era tan real que hasta podía ver la sombra de sus pies en el
suelo.
-¡Amigas y amigos que están aburridos en sus
casas! Manden códigos magnéticos desde sus pulseras ultrasónicas y llevaremos
nuestra fiesta hasta su casa. Incluye todo: alcohol, música y reparación de
daños. Llame ahora, llame ya.
-Se nota que nadie debe verlos a esta hora
–Nicole se largó a reír mientas observaba toda la escenografía del programa,
sentada desde su asiento mientras comía su helado a cucharadas.
Vio a todo el grupo que bailaba patéticamente,
al ritmo de los sonidos repetitivos de un grito que parecía ser el ulular de
una sirena. Las mujeres bailaban en bikini y los hombres las miraban bañarse.
Les salpicaban agua que incluso le llegó a Nicole, pero sólo era una ilusión
pese a la verosimilitud sorprendente de la imagen. Las mujeres se acercaron al
actor que a ella le gustaba y comenzaron a quitarle la ropa hasta dejarlo en
boxer. Un anuncio electrónico avanzaba como cinta magnética en el suelo, donde
los televidentes enviaban sus mensajes. “Yo quiero esa fiesta” era el más
recurrente de todos los mensajes que desfilaban ante la vista de Nicole.
Empujaron a su actor a la piscina cuando la música parecía ponerse más alegre.
Sonó una alarma que indicaba que había ganadores, aunque el pobre tipo aún
luchaba por salir del agua mientras lo único que tenía a salvo eran las plantas
de sus pies, donde comenzaron a hacerle cosquillas. Nicole notó que los
participantes del programa estaban bastante ebrios y temía porque se actor
pudiese morir en la piscina.
-¡Hay ganador! Lo anunciaremos luego de los
comerciales.
La imagen holográfica se apagó y volvió a ser
parte de la pantalla plana. Eran las 2.30 de la mañana y se iría a dormir con
la duda de lo sucedido: el canal había cortado extrañamente la transmisión. Se
acercó hasta el televisor y activó la modalidad de Internet. Digitó la noticia
que quería buscar y se sorprendió al ver que el programa se había cancelado
porque el actor se había ahogado producto del juego. Ahora lo estaban
trasladando a alguna cámara reparadora para intentar salvarlo.
-¡Imbéciles! ¡Cómo matan a tipos tan lindos!
-Nicole, recuerda que las paredes tenemos
oídos.
-Ah, da lo mismo. A Neptuno no le va a
importar, si es sólo algo de la televisión.
-¿Le serías infiel?
-¿A qué viene esa pregunta?
-Simple curiosidad tecnológica.
-No, no hay nadie como él. Nadie que me acepte
como soy y eso es impagable.
-Sí, hacen una bonita pareja.
-Sabes, creo que me iré a dormir. Buenas
noches.
-Buenas noches, Nicole.
La televisión se apagó y se encendieron las
luces inferiores para indicarle el camino a su habitación. Se recostó y sacó un
audífono desde la pared.
-Aló, amor. No, no, sólo te llamaba para
saludarte. ¿Estabas durmiendo? No te creo. Lo siento, pensé que te tocaba
turno. No, no, duerme no más. Nos veremos mañana. Un beso robótico de esos que
te gustan.
-Quién te manda a llamar a esta hora, Nico.
-Yo sé que él me entiende. Apaga la luz, por
favor, y deja la temperatura a 17° C.
La habitación se oscureció y Nicole se tapó con
las frazadas, respirando tranquila con una temperatura agradable. Pero no tardó
mucho tiempo en volver a abrir los ojos y mirar la oscuridad, el insomnio se
apoderaba de ella una vez más. Movió su cama hasta topar con la ventana y luego
corrió el vidrio para salir a caminar al balcón. Debió cubrirse con una
frazada, pues el aire estaba muy frío y la niebla dejaba escapar copos de
nieve. Desde su balcón, la ciudad se veía enorme e infinita, cruzando las
alturas de los cerros e iluminando hasta la corteza del planeta vecino. Podía
oír los ecos de los trabajadores que terminaban de instalar el nuevo radar
satelital para mantener la comunicación de los planetas asociados a la Unión Planetaria. Estaba
ansiosa por viajar pronto, pero era complicado sin su GPS.
Se sentó un instante a respirar el aire frío de
la madrugada. El edificio vecino estaba apagado, salvo algunos departamentos
que tenían luces. Sin otra idea en mente para poder soportar el aburrimiento,
se acercó a su telescopio para observar lo que estaban haciendo sus vecinos. No
tardó mucho en darse cuenta de que todos los estaban pasando muy bien. Aún
tenía tiempo para salir de fiesta; tenía muchas ganas de bailar y de ver las
luces multicolores de las discoteques de la ciudad, lo que era uno de los
principales atractivos turísticos que atraían a los visitantes. Se sentía
afortunada de haber nacido allí. Y es que XS 200 era mucho más que una ciudad
de poco más de 100 millones de habitantes; era casi el centro del universo.
-¿Dónde vas ahora, Nicole?
-Tengo ganas de ir a bailar, estoy con
insomnio.
-Siempre tienes insomnio.
-No siempre, Neptuno me enseñó a controlarlo.
-O tal vez disimularlo.
-¿Estás aquí para psicoanalizarme?
-No, no te enojes.
-Entonces no hagas esos comentarios con
mensajes subliminales. Recuerda que las mujeres somos más sentimentales.
-Así veo, Nicole.
La luz del baño se encendió y cerró la puerta.
Se acercó al espejo y vio su cabello de color rubio junto a sus ojos de color
celeste profundo. Puso su mano cerca del espejo y comenzó a girar su dedo sobre
él hasta que su apariencia le pareció atractiva. Su cabello pasó por el blanco,
el azul, fucsia… hasta acabar en un castaño semi oscuro. Sus ojos también,
pasaron por el mismo proceso hasta acabar en un bello café claro. Puso su dedo
sobre el espejo, a la altura de los labios, pintándolos de color rojo suave. Se
puso un vestido de color negro y salió del baño con sus zapatos de taco alto.
-¡Te ves hermosa, Nico!
-Gracias, gracias.
-Espero que Neptuno no se ponga celosa de que
hayas salido así de sexy, pero sin él.
-No tiene por qué enterarse. Mantente atento
cuando regrese.
-Suerte.
Se acercó a la puerta y ésta se abrió. Nicole
salió y luego se cerró. Caminó hasta el ascensor que quedaba a unos 5 metros
desde la puerta de su departamento.
-Bienvenida, Nicole. ¿A qué piso vas?
-Al primero, por favor.
-Tiempo estimado… 30 segundos.
Pese a que llevaba más de 1 año viviendo en ese
mismo lugar, nunca dejaba de darle miedo el ascensor. El panel electrónico
indicaba el piso 215 cuando se aferró a una de las barandas, al momento en que
creyó sentirse en plena caída libre hacia las profundidades del planeta. La
sensación de gravedad era algo que había prometido reparar, pero la junta de
vecinos sólo se encargaba, en sus reuniones, de hablar de los amantes de los
residentes del edificio: si era mejor que su pareja oficial, etc. El ascensor
daba a un ventanal desde el cual se observaba la ciudad, que crecía en altura
en la medida que el panel descendía de número. Finalmente, llegó al piso número
1, con el pulso acelerado.
-Piso 1. Buen día, Nicole.
-Gracias, gracias…
Salió tiritando del ascensor. Sus tacos hacían
ecos en el pasillo hacia la salida. Saludó al cuidador, quien le deseó buena
suerte con su característica voz digital. La calle estaba cubierta de nieve y
tuvo cuidado de no resbalar en el hielo. Gritó “taxi” y en un segundo apareció
un auto de color amarillo, flotando a pocos centímetros del pavimento. La
puerta se abrió y Nicole se sentó en los agradables asientos de terciopelo.
-¿Dónde te llevo, Nicole?
-La verdad es que no estoy muy segura del
lugar, pero quiero ir de fiesta. ¿Qué me recomiendas?
-¿Lo puedo dejar como una sorpresa?
-Como quieras –sonrió Nicole.
Se cerró la puerta y el cinturón de seguridad
se abrochó para proteger a Nicole. En XS 200 nunca había accidentes de tránsito
pese a que no había restricciones de velocidad. Nicole observó el panel que
indicaba la velocidad de 250
km/h y vio que la ciudad era sólo una línea continua.
Llegado un momento, el vehículo ascendió para detenerse frente a un local con
luces de neón. Nicole leyó el letrero iluminado por las ampolletas multicolores.
“La Manzana”.
Nunca antes había oído hablar de dicho lugar.
-¿Te parece? ¿O prefieres otro?
-¿A cuántos kilómetros estoy de casa?
-Estás a 72 kilómetros.
-Ah, es cerca.
-Si quieres, podemos buscar otro. No te cobraré
extra.
-No, no hay problema. Déjame aquí
En la puerta apareció una pantalla en la cual
se le pedía su número de cuenta. Nicole digitó su número y un mensaje de
agradecimiento le deseó un buen día, al momento en que se abría la puerta. Se
bajó del vehículo y caminó hacia el local. Un guardia lo saludó y le indicó
cómo acceder a los distintos ambientes: en la pantalla estaba el menú con los
distintos tipos de música. Nicole personalizó un ambiente, digitando “80’s
-90’s Pop”. La sala en la que estaba se convirtió en un lugar lleno de luces de
colores y con una barra donde ir a servirse algo. Al instante, apareció mucha
más gente en la pista de baile y entonces caminó hasta el lugar, para ponerse a
bailar. “This is the
rythm of the night” fue la primera canción, cuando la fiesta pareció encenderse.
-Hola.
-Hola –Nicole saludó a un joven que se le acercó, cuando no había
pasado más de un minuto desde que había llegado a la pista.
-¿Bailas?
-¡Por supuesto! –se alegró.
-Me llamo Marcos.
-Nicole, un placer conocerte.
La música hacía vibrar las paredes mientras la pista de baila parecía
estar cada vez más llena. Se sentía un poco ahogada, pero estaba feliz. Hacía
mucho tiempo que había deseado armar su propia fiesta personalizada, cosa que
no hacía desde que tenía 12 años. Probablemente, ese había sido uno de sus
deseos en alguna de sus vidas anteriores y que ahora quería agotar. Le costaba
imaginar un mundo sin cocina automática, sistema central de órdenes domésticas
y todas las comodidades tecnológicas a las cuales estaba acostumbrada. Marcos
activó el aire acondicionado, digitando un código en el aire, leyendo el
pensamiento de Nicole.
-Gracias, lo necesitaba –Nicole lo abrazó.
-¿Quieres tomar algo? Yo muero de sed.
-Sería bueno.
Se sentaron en la barra y sobre la mesa apareció el menú digital con las
distintas opciones para elegir. Marcos pidió un vodka naranja y un mensaje le
indicaba si quería algo más. Nicole pidió Sprite. Entonces Marcos digitó el
número de su cuenta y el menú desapareció con un “Gracias por su compra”. En su
lugar, un reloj cronometrado marcaba 20 segundos en descuento. Mientras
conversaban, fueron observando el cronómetro en descenso hasta que llegó a
cero: el pedido aún no llegaba. Cuando el reloj marcó -1 segundos, los vasos
aparecieron sobre la mesa con un mensaje de parte del local, pidiéndole
disculpas por el retraso: el dinero había sido reembolsado a su cuenta.
-¡Amo la civilización supramoderna!
-¡La postmodernidad se quedó chica ante esto! Qué me vienen a hablar
estos filósofos de pacotilla –río Nicole.
-Cuéntame un poco de tu vida, Nicole. Te ves una chica muy interesante,
de esas que ya no existen en estas metrópolis.
-Hace poco acabé de estudiar medicina. Me estoy especializando en
robótica y estoy super entusiasmada con el tema.
-Me alegro, tienes pinta de ser emprendedora e inteligente. ¿Tienes
pareja?
-Claro, o sea, es un amigo con cierto cariño extra… tú entiendes a lo
que me refiero. Se llama Neptuno. ¿Y tú qué es lo que haces?
-Acabo de terminar mi doctorado en mecánica literaria con mención en
producción futurista. Estoy próximo a lanzar mi nuevo libro. Ya nadie los ocupa
de papel, pero yo sigo firme a mis tradiciones un poco arcaicas, tal vez.
-¡Qué lindo! Es que el contacto con el libro es diferente al de una
pantalla digital. Envíamelo cuando lo tengas listo.
-Por supuesto. Te va a encantar. Aún no sé cuál será el nombre, pero
tengo algunas posibilidades.
-Eso es bueno: siempre tener ideas. Pero no me las vayas a decir,
quiero que sea sorpresa.
Volvieron a la pista de baile a continuar disfrutando de la música que
durante su infancia descargaban a sus netbooks mientras navegaban de una ciudad
a otra, cuando esa tecnología propia de los 80’s era lo más novedoso del siglo.
Aunque la tecnología era muy anterior, sólo que eran los años en que se había
masificado, cuando aún eran pequeñas aldeas experimentales. El auge y el
progreso de XS 200 habían sucedido a principios de los años 90 y, al parecer,
no tenía ni un ánimo de disminuir.
A las 6 de la mañana, Nicole se sintió cansado y le pidió que la
acompañara a una de las salas donde había sillones para descansar. La fiesta
parecía no acabar pese a que el sol ya iluminaba parte de la ciudad. Se sentó
al lado de Marcos y se acurrucó cerca de su pecho: no podía evitar la fuerte
química que se había producido entre ellos desde el primer momento: aprovechó
sus conocimientos de medicina –y de su visión láser- para observar los latidos
del corazón de Marcos, mientras él le correspondía el abrazo. Se acercaron
lentamente y se besaron. Marcos digitó en el aire la palabra “closed” y las
cuatro paredes los mantuvieron protegidos, a la luz de las velas colgadas en
las paredes mientras se desnudaban y acariciaban en el suelo alfombrado. Cuando
acabaron, ella se abrazó a su pecho y le acariciaba el cabello.
-¡Cómo echaba de menos esto! ¡Uno real! –Nicole aún respiraba agitada.
-¿Uno real? –Marcos la miró extrañado.
Ella comenzó a reír a carcajadas mientras él la miraba cada vez más
asustado. Sólo entonces se dio cuenta de que había algo extraño en ella. De
pronto, comprobó que había una columna de botones en uno de los brazos de
Nicole. Ella lo apretó más fuerte mientras el metal de sus dedos empezaba a
clavarle la piel, sin borrar la sonrisa que tenía en su rostro. La piel humana
de Marcos comenzaba a sangrar.
-¿No te habías dado cuenta, lindo?
-¡Déjame, suéltame! –la voz de Marcos se oía asustada.
-En una ciudad como ésta, ¿no era obvio que en algún momento ibas a
revolcarte con una súper robot?
-¡Suéltame! –Marcos sudaba, con su rostro pálido de temor. Nicole clava
sus dedos con más fuerza, atravesándole los brazos.
-No seas tan mal agradecido.
Nicole se acercó para besarlo nuevamente, poniendo su cuerpo sobre el
de él. Marcos trataba de librarse mientras ella le clavaba más y más fuerte su
cuerpo hecho de fierro, sobre su piel tan completamente humana y natural. Cada
una de sus caricias le llegó hasta los huesos. Marcos daba gritos ahogados
mientras la música hacía vibrar las paredes.
-Tranquilo, si no voy a dejar que te mueras. Tengo unas cámaras en mi
casa para que te recuperes.
Se levantó y lo vio en el suelo con el cuerpo cortado y ensangrentado
producto de sus caricias. Digitó “save” en el aire y una caja guardó el cuerpo.
Tomó la caja y la guardó en su bolsillo.
Llegó a su departamento a las 6.30 de la mañana. Neptuno la esperaba
sentado en un sillón con un café en la mano. Nicole sonrió al ver su acorazado
de metal encendido, que la llamaba a acariciarlo.
-Tus circuitos me excitan, Nicole.
La sala se iluminó con velas encendidas en las paredes mientras el roce
de metales hacía que las chispas quemasen el alfombrado. Oculto en una de las
paredes, un cuerpo humano conectado a cables yacía como un adorno más; el pie
de foto decía “Prohibido tocar”.
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